miércoles

Dulce agonía

Rebuscando material que reciclar, encontré este escrito por casualidad, me parece aceptable, así que aquí lo dejo, para uso y disfrute de quien guste.
Un saludo.
La vida se fue de las manos en cuanto aquellas garras acariciaron el interior de sus yermos dedos... -¿acaso es lícito este fin?-, pensó el afortunado moribundo, tan inconsciente de lo que en breve acontecería como del tiempo que había más allá de la ventana; incapaz de sentir más que a sí mismo, percibió el abrazo de la muerte como se siente el calor de un hogar, después de una travesía bajo la nieve. -¿Acaso merezco morir así?-, repitió desesperadamente, alzando una imaginaria voz que sabía, nadie oiría, pues fue callada hace mucho. No comprendía lo que aquello significaba, no entendía lo que aquello conllevaba, no podía sentir más que miedo, ante la presencia de aquel abrazo embozado... hasta que llegó la calma. El cerebro aguantó, apagada la conciencia, hasta que el resto de su cuerpo murío, lentamente, órgano tras órgano, como un pomposo proceso de desmantelamiento preparado ya de antemano. Pese a todo, una palabra surcó el aire de la habitación -perdón-, dijeron aquellos labios, tras tantos meses de silencio. -Te perdono-, se escuchó, seguido de un sollozo; -Te perdono- pudo oírse una y otra vez, nunca con la misma voz, y aquel cadáver en vida sonrió levemente...Curioso es que, para una persona alejada tanto tiempo de la vida, la muerte significara acercarse tanto a ella, como para poder vivirla, un último instante. Aquella máquina dejó de sonar. -Ha fallecido-, dijo una voz. La calma dejó paso al dolor, y el dolor al descanso: por fín descansaría .